El "Festival au Desert" en el exilio
Una mañana de 2012 Tombuctú se levantaría
con la prohibición, entre otras, de escuchar música. A través de una de las
obras maestras del cine de los últimos años Timbuktu, dirigida por Abderrahmane
Sissako podemos traer a colación un proceso constructivo de aquello que
algunos tratan de definir como la
verdadera tradición, este juego
de poder parece haber invadido la vida cotidiana de norte de África y Oriente, inundando
el desierto de silencio y miedo, y expulsando a parte de la población tradicional. Tombuctú una de las ciudades legendarias del Sahara
erigida entre el desierto y el río Níger se encuentra ahora secuestrada por el
terror.
La historia de la cultura bereber siempre ha estado
ligada a la música, asimismo, en la última década la población tuareg
de Mali se ha alzado como estandarte de la de creatividad y de la fusión
musical de África. A través de la tortuosa historia del pueblo tuareg,
estrechamente ligada al proceso colonialista y a las revoluciones que rodearon
Mali, nació el Festival del Desierto.
Este festival utilizado en origen como punto de reunión de las comunidades tuareg
de la zona, en el cual la población compartía experiencia y se organizaba, se abriría
al público tras el final de la segunda rebelión Tuareg, en 1996 con el acto
simbólico de la quema de armas, "La
Flamme de La Paix”, (ver documental Essakane Film). Tras más de una
década se ha transformado en una vía de apertura y conservación de su cultura
para el pueblo tuareg y para los diferentes grupos provenientes de múltiples
lugares, así como un lugar de encuentro para la paz y el diálogo. Sin embargo,
la dura situación actual de Mali y la llegada de grupos radicales como Ansar
Dine o AQMI, no le ha indultado y se ha visto silenciado por la sombra del
salafismo que ha invadido las arenas del desierto. Con la declaración lapidaria
del comandante de uno de los grupos rebeldes que controlan el norte de Azawad, Omour Ould Hamah: “la música
es contraria al islam. En vez de cantar ¿por qué no Leen el Corán? No estamos
únicamente en contra de los músicos de Mali; estamos en una guerra contra todos
los músicos del mundo … “(ver
noticia El País), podemos hacernos una idea de la situación de la
música en Mali.
La música lleva décadas sirviendo de vehículo para la
resistencia, un tipo de arte que ha permitido hablar de la identidad y transformarse en
herramienta política. Y a su vez nos permite acercarnos al conflicto desde una
lectura tanto global como local y comprender la re-interpretación que hace la
propia población de los contextos locales en que se ven inmersos. Así en la
actualidad, aunque desde el año 2011 la situación de riesgo no ha permitido que
se celebrará el festival, los diferentes grupos siguen manteniendo su esencia y
trabajando por la paz. Pese a la imposición del silencio y del miedo, los artistas
de Mali con grupos como Shongay
blues, o Tinariwen, no parecen tener intención de
silenciarse ni acallar el mensaje con el que nació el Festival del Desierto. En
la era en que la globalización y las nuevas tecnologías parecen alcanzarlo todo,
la música se ha convertido en una vía de resistencia más fuerte que nunca. Podemos
acercarnos a este fenómeno a través del documental dirigido por Johanna Schwartz, They have to kill us
first: Malian music in the exile, dónde nos narra la lucha de
diferentes grupos malienses en el exilio.
Al igual que sus músicos el Festival del Desierto se
encuentra hoy exiliado, nómada recorre el norte de África bajo un mensaje de paz transformando la música
una vez más en una herramienta cargada de
futuro.
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