domingo, 3 de enero de 2016

La barrera israelí: un Virus dentro del muro de “seguridad”.

«Si cedes la libertad para conseguir la seguridad, pierdes las dos». Benjamin Franklin


El primer impacto del muro, en la ciudad de Belén (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)

























Una barrera que separa vidas, aísla a unos de otros, divide a los “buenos” de los “malos”, protege lo que les pertenece por “ley divina”, impide, desespera, refugia, convierte en amenaza y en víctimas, crea fantasmas en las mentes, controla, avanza, acapara, se hace más alto, sirve de lienzo, destroza el paisaje, fomenta el odio y el miedo, evita la alianza, no deja pasar, no deja escapar, hace que los caminos sean más largos para unos y más cortos para otros, evita que entren, que se hablen, que se vean, que se escuchen.








Por el futuro de todos, el muro debe caer, ya lo dijo Pink Floyd con una canción que el paso del tiempo le dio un enfoque político centrado en las guerras y la separación entre las naciones. Una canción que suena a esperanza para unos y a temor para otros:
 https://www.youtube.com/watch?v=YR5ApYxkU-U  Another brick in the Wall.



Naharin’s Virus: Plastelina-Palestina

 Un conflicto bélico, que parece no tener fin, ha marcado a la juventud de Israel;  país este carente de tradición de danza  escénica importante, pero que con el tiempo ha dado a luz a una danza moderna norteamericana en Tel Aviv.  Su director, Ohad Naharin, ha llevado a cabo obras muy polémicas, como Virus: un baile visceral y de gran fortaleza que expresa el sufrimiento de los que viven tras el muro. Los trece bailarines se mueven en un conjunto coral, entrenados como si fueran un pelotón de soldados, realizan sinuosos y complicados bailes con el fondo de un muro negro en el que va apareciendo  la palabra “Plastelina” en grandes letras escritas en tiza junto con otras frases sobre la velocidad o sobre el mundo, escritas en hebreo y otros idiomas. Al final el muro queda envuelto en un enjambre de letras y va cobrando vida mientras los bailarines saltan, se deslizan y cuelgan de él.

Plastelina: sin duda la palabra plantea un juego en el que pretende con su cambio de significado transformar y moldear algo sólido lleno de distensión y conflicto. Un molde que puede tomar las formas que cada uno quiera, sin barreras ni impedimentos.

En uno de los dibujos dentro del gran grafiti aparece el triángulo de Dios, en tiza blanca, sobre el cual una mujer pinta una llamarada roja, simbolizando la sangre, como si Dios llorara lágrimas de sangre y se desgarrara de dolor. En otra esquina del muro, una bailarina gira una gran tiza formando un círculo alrededor de la letra «A», el símbolo mundial de la paz.


















Al final de la obra uno no solo ha visto una coreografía, también ha sentido una forma sublime y extraordinaria de experimentar el dolor. El dolor de la guerra. El dolo por la paz.



 “ - Dile otra vez que ésta es nuestra tierra prometida. 
- No le digas que decían que era una tierra sin pueblo.
- No le digas que yo no habría venido de haberlo sabido. 
- Dile que quizá podamos compartirla.
- No le digas eso.”
 Caryl Churchill,  fragmento de la obra de teatro Siete niños judíos.

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