viernes, 8 de enero de 2016

Homeland o la antítesis de ficción posoccidental


Las series de ficción son todo un fenómeno cultural transnacional. Temporada tras temporada logran atrapar a millones de espectadores, de diferentes lugares y variadas realidades; proporcionando a su audiencia, referentes y experiencias comunes que traspasan nacionalidad, clase social, género, religión etc...En este espacio reflexionaremos sobre Homeland, una producción norteamericana de éxito con el terrorismo yihadista como telón de fondo. Teniendo en cuenta el escenario belicista de hoy, la latente atmósfera de miedo y la progresión de la islamofobia en Europa y Estados Unidos, observaremos 1) el modo en que esta serie de ficción trata sobre el islam, los musulmanes y el mundo árabe, 2) el impacto que puede producir en términos de tensión racial o religiosa  y 3) si, en definitiva, contribuye a nutrir al tema actual favorito de intelectuales y tertulianos: el enfrentamiento entre occidente y el islam (que expuso Samuel Huntington, 1993).

Homeland narra la tumultuosa vida una destacada agente de la CIA, Carrie Mathison, especialista en Oriente Medio. Cada capítulo es visto por millones de personas (más de 4 millones por capítulo en EEUU, BitTorrent 2013, en España el último batió records de audiencia, FOX España 2015) (Enlace al tráiler https://www.youtube.com/watch?v=3yBHxsTnIXg )

En la que ha sido su quinta temporada, la acción se traslada a Berlín, una ciudad bajo la amenaza del terrorismo yihadista y escenario de intrigas propias de post-guerra fría. La serie ha introducido un nuevo elemento, el llamado Estado Islámico (Daesh), que prepara un ataque terrorista a gran escala en la capital alemana. Como si de la realidad se tratara, sus protagonistas sentencian “nadie quiere ver otro ataque como el de París” (por Charlie Hebdo) o “no podemos darles el gusto de crear el pánico en nuestras ciudades siempre que lo deseen". Ficción aparte, la serie ha sido emitida en un contexto en el que dominan dos posturas: la que apuesta por una sociedad inclusiva y  multicultural y otra islamofóbica y anti-inmigrante.

Antes de detenernos en algunos de sus elementos más controvertidos, cabe mencionar que Homeland ha sido ya abiertamente criticada por su visión reduccionista y simplista del islam y los musulmanes. Desde un polémico cartel (ver foto anexa) hasta la distorsionada imagen de Islamabad y la población musulmana en Pakistán o la acción de los grafiteros -contratados para ambientar un campo de refugiados, pero que acabaron realizando con sus textos proclamas contra la serie- . El Diario.es entrevistó a uno de ellos (Stone, del colectivo Arabian Street Artists) quien explicaba: “nadie comprobó lo que en realidad estaban escribiendo […] los productores trataron la escritura árabe como un mero complemento visual”. En efecto, el capítulo se estrenó tal cual y las redes sociales ardieron. ¿Cómo nadie del equipo técnico entendió lo que se decía? ¿Desinterés, complacencia o ignorancia, tratándose de un producto destinado a una audiencia occidental? Si es así, cabe preguntarse cómo Occidente sigue obviando la pluralidad de nuestras sociedades. En todo caso, no deja de ser significativo que una serie de esa factura no tenga entre sus guionistas o productores, lingüistas árabes y expertos en islamismo u Oriente Próximo (pues son elementos clave de la serie)

Entendiendo que estamos ante un producto de entretenimiento y que, por tanto, la trama pueda ser llevada al extremo, resulta destacable, no obstante, que encierre tantos prejuicios hacia el islam, los musulmanes y los árabes, entre ellos i) el papel que juegan los árabes en la serie, reducido a terroristas o colaboradores y delatores favorables a la CIA. ii) el islam se muestra monolítico, obviando que tiene presencia en culturas muy diferentes (africanas, surasiáticas y árabes) y distintos orígenes étnicos; la última temporada se centra en Oriente Próximo, que es a su vez un amalgama de culturas iii) al más puro estilo Huntington, la amenaza terrorista que enfrentan las sociedades occidentales es existencial y supone el fin de la “civilización”; iv) sobre el grupo fundamentalista en suelo europeo conocemos su procedencia e intenciones terroristas, pero parece irrelevante de dónde nace su radicalización y si occidente y, en concreto, EEUU ha tenido un rol v) los sirios se muestran como amenaza y su guerra “algo de lo que todo el mundo habla (en la cárcel)”; en ningún momento se reflexiona sobre la integración, los refugiados, sus familias y las diferencias significativas dentro de Siria; vi) no hay ni momentos cotidianos con los que el público musulmán y árabe pueda identificarse ni personajes híbridos en términos culturales y de identidad. Por otro lado, la serie plantea también los límites de la libertad de expresión y los medios contra el terrorismo. Una libertad parcelada que termina siendo necesaria y una respuesta del gobierno que, pese a detenciones ilegales y suspensión de garantías en aras de la seguridad, resultará “inevitable por el bien común”: no importa lo integrados que estén, la sospecha encuentra su razón (racismo cultural). En esta línea cabe preguntarse por los propios valores occidentales y la dificultad al abordarlos ¿no son estas medidas una contradicción contra estos mismos valores? Y en consecuencia, ¿incluyen estos “valores” los daños colaterales?

Para concluir, subrayar que la serie tiene elementos que estigmatizan al islam, pero también al estado de derecho y del bienestar. A su vez, ahonda en las diferencias, dejando poco espacio a la coexistencia. Ahora bien, no hay que minusvalorar al propio espectador, a una audiencia –como hemos visto- activa, que hace su propia lectura y que puede ser muy diferente de la esperada por los creadores. Esto no quita para reclamar que estos productos culturales sean conscientes de la pluralidad de nuestras sociedades, así como una mayor participación de las voces que retratan. No hay que olvidar que nuestros conciudadanos son también árabes y musulmanes, demasiadas veces primeras víctimas de los fanatismos



[1] Se tomará como marco el concepto de Islamofobia del Diccionario de Islam e Islamismo. Luz Gómez. (Espasa, 2009)

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