Las series
de ficción son todo un fenómeno cultural transnacional. Temporada tras
temporada logran atrapar a millones de espectadores, de diferentes lugares y
variadas realidades; proporcionando a su audiencia, referentes y experiencias comunes
que traspasan nacionalidad, clase social, género, religión etc...En este
espacio reflexionaremos sobre Homeland,
una producción norteamericana de éxito con el terrorismo yihadista como telón
de fondo. Teniendo en cuenta el escenario belicista de hoy, la latente
atmósfera de miedo y la progresión de la islamofobia en Europa y Estados
Unidos, observaremos 1) el modo en que esta serie de ficción trata sobre el islam, los musulmanes y el mundo árabe,
2) el impacto que puede producir en términos de tensión racial o religiosa y
3) si, en definitiva, contribuye a nutrir al tema actual favorito de
intelectuales y tertulianos: el enfrentamiento
entre occidente y el islam (que expuso Samuel Huntington, 1993).
Homeland narra la tumultuosa vida una
destacada agente de la CIA, Carrie Mathison, especialista en Oriente Medio.
Cada capítulo es visto por millones de personas (más de 4 millones por capítulo
en EEUU, BitTorrent 2013, en España el último batió records de audiencia, FOX
España 2015) (Enlace
al tráiler https://www.youtube.com/watch?v=3yBHxsTnIXg )
En la que ha sido su quinta temporada,
la acción se traslada a Berlín, una ciudad bajo la amenaza del terrorismo
yihadista y escenario de intrigas propias de post-guerra fría. La serie ha
introducido un nuevo elemento, el llamado Estado Islámico (Daesh), que prepara
un ataque terrorista a gran escala en la capital alemana. Como si de la realidad
se tratara, sus protagonistas sentencian “nadie quiere ver otro ataque como el
de París” (por Charlie Hebdo) o “no podemos darles el gusto de crear el pánico
en nuestras ciudades siempre que lo deseen". Ficción aparte, la serie ha
sido emitida en un contexto en el que dominan dos posturas: la que apuesta por
una sociedad inclusiva y multicultural y
otra islamofóbica y anti-inmigrante.
Antes de detenernos en algunos de sus
elementos más controvertidos, cabe mencionar que Homeland ha sido ya
abiertamente criticada por su visión reduccionista y simplista del islam y los
musulmanes. Desde un polémico cartel (ver foto anexa) hasta la distorsionada imagen
de Islamabad y la población musulmana en Pakistán o la acción de los grafiteros
-contratados para ambientar un campo de refugiados, pero que acabaron realizando
con sus textos proclamas contra la serie- . El Diario.es
entrevistó a uno de ellos (Stone, del colectivo Arabian Street Artists) quien explicaba: “nadie comprobó lo que en
realidad estaban escribiendo […] los productores trataron la escritura árabe
como un mero complemento visual”. En efecto, el capítulo se estrenó tal cual y
las redes sociales ardieron. ¿Cómo nadie del equipo técnico entendió lo que se decía?
¿Desinterés, complacencia o ignorancia, tratándose de un producto destinado a
una audiencia occidental? Si es así, cabe preguntarse cómo Occidente sigue obviando
la pluralidad de nuestras sociedades. En todo caso, no deja de ser
significativo que una serie de esa factura no tenga entre sus guionistas o
productores, lingüistas árabes y expertos en islamismo u Oriente Próximo (pues son
elementos clave de la serie)
(El
reportaje completo del Diario.es está disponible en: http://www.eldiario.es/cultura/Homeland-hackeada-Hicimos-grafitis-criticando_0_441656461.html
)
Entendiendo que estamos ante un producto
de entretenimiento y que, por tanto, la trama pueda ser llevada al extremo, resulta
destacable, no obstante, que encierre tantos prejuicios hacia el islam, los
musulmanes y los árabes, entre ellos i) el papel que juegan los árabes en la
serie, reducido a terroristas o
colaboradores y delatores favorables a la CIA. ii) el islam se muestra monolítico, obviando que tiene
presencia en culturas muy diferentes (africanas, surasiáticas y árabes) y
distintos orígenes étnicos; la última temporada se centra en Oriente Próximo,
que es a su vez un amalgama de culturas iii) al más puro estilo Huntington, la amenaza terrorista que
enfrentan las sociedades occidentales es existencial y supone el fin de la
“civilización”; iv) sobre el grupo fundamentalista en suelo europeo conocemos
su procedencia e intenciones terroristas, pero parece irrelevante de dónde nace su radicalización y si
occidente y, en concreto, EEUU ha tenido un rol v) los sirios se muestran como
amenaza y su guerra “algo de lo que todo el mundo habla (en la cárcel)”; en
ningún momento se reflexiona sobre la integración, los refugiados, sus familias
y las diferencias significativas dentro de Siria; vi) no hay ni momentos
cotidianos con los que el público
musulmán y árabe pueda identificarse ni personajes híbridos en términos culturales
y de identidad. Por otro lado, la serie plantea también los límites de la
libertad de expresión y los medios contra el terrorismo. Una libertad parcelada
que termina siendo necesaria y una respuesta del gobierno que, pese a detenciones
ilegales y suspensión de garantías en aras de la seguridad, resultará “inevitable
por el bien común”: no importa lo integrados que estén, la sospecha encuentra
su razón (racismo cultural). En esta línea cabe preguntarse por los propios valores occidentales y la dificultad al
abordarlos ¿no son estas medidas una contradicción contra estos mismos valores?
Y en consecuencia, ¿incluyen estos “valores” los daños colaterales?
[1] Se
tomará como marco el concepto de Islamofobia del Diccionario de Islam e Islamismo. Luz Gómez. (Espasa, 2009)
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