Seguramente,
en un primer momento habría pocos conceptos que nos parecieran más
antitéticos que el punk y el Islam. Y es que ¿cómo podrían
tener algún tipo de relación? Imágenes estereotipadas cruzan
nuestra mente nada más oír dicha posibilidad. Punks:
liberación sexual, drogas, alcohol, desenfreno, vida nocturna,
música irreverente y agresiva, ateísmo. Islam: no tomar ni alcohol ni
drogas, represión sexual, rezar cinco veces al día, sumisión total
a Alah. No obstante lo cierto es que, sorprendentemente, por una vía
u otra, ambas culturas han acabado relacionadas de formas muy
distintas.
Tenemos
el caso del movimiento taqwacore, nacido a raíz de la novela de Michael Muhammad Knight The Taqwacores, y que terminó
corvintiéndose en el manifiesto vital de cientos de jóvenes de
ascendencia musulmana en Estados Unidos. Se trata de una escena punk
islámica que reivindica la cultura islámica en contra de la
criminalización y la marginalización sufrida en el seno de la
sociedad estadounidense. A su vez es también un punk que
llama al individualismo sobre el control que el Islam ortodoxo
establece sobre los cuerpos y las mentes de los creyentes, y que
promueve la interpretación personal del Islam para adaptarlo a la
propia identidad. El Islam punk es a la medida de cada uno. La
escena musical taqwacore incluye grupos como The Kominas, Al-Thawra o Vote Hezbollah. Nos encontramos con canciones de letra provocadora
como Sharia law in the U.S.A o más políticas como Who benefits from war?. Su objetivo es el de reivindicar su
posición frente a las ideologías dominantes a la vez que enfrentan
la islamofobia y el racismo y, por supuesto, echando mano del humor
negro y de la ironía para ridiculizar tanto a sus detractores como a
sí mismos, y usando tanto el inglés como la lengua de sus padres
para ello. En la guerra de civilizaciones, el punk islámico
se posiciona contra todos.
Por
otra parte, en los países musulmanes el punk
adquiere connotaciones distintas, aunque no por ello deja de estar
presente. Desde el norte de África hasta el sudeste asiático, el
punk
se convierte en un arma contra la represión, en una herramienta de
expresión y de liberación personal y colectiva contra los regímenes
políticos y las fuerzas de la tradición. Se trata de un punk
que en ningún caso es calificable de islámico,
sino más bien de todo lo contrario, de reacción frente a la cultura
musulmana -lo que no impide que tanto el Islam como el punk formen
parte de la identidad de algunos de los integrantes del movimiento-.
En general se trata de movimientos autogestionados y con enormes
dificultades para llevar a cabo su actividad artística, siendo
relegados a la escena underground
y afrontando persecución
policial constante. Encontramos bandas punk como As We Fuck, de Argelia,
Beirut Scum Society,
Libaneses, o
Cheshme3vom, de Irán
Es
especialmente llamativo el caso de Indonesia, al ser el país con más
musulmanes del planeta y que alberga a su vez una de las escenas culturales punk
más dinámicas y multitudinarias del mundo. Allí el punk llegó
en los años 90 durante la dictadura de Shuharto,
antes de la era de internet. El espíritu del punk calaría
hondo entre los jóvenes indonesios, los cuales lo utilizarían como
forma de rebeldía contra la dictadura, reivindicando la libertad de
expresión. Así, el movimiento punk terminaría vinculándose
con el movimiento ecologista, así como con la lucha contra la
corrupción y por los derechos civiles. Algo que si bien le otorgaría
un gran potencial para la movilización política también pondría a
los punks en el punto de mira de las autoridades, siendo
acosados por las fuerzas de seguridad e incluso calificados de
“enfermedad social”. A pesar de todo la escena sigue viva, con
excelentes bandas como Trotoar Chaos, Kelelawar Malam o Anarchy Terror Crew. En definitiva, un extenso mundo musical que vale la
pena descubrir y que, al menos, no dejará indeferente a nadie.
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